Lules tiene la mayor comunidad de bolivianos y descendientes de bolivianos en la provincia. Según el último empadronamiento, que se hizo para registrar a los ciudadanos en condiciones de votar el 20 de octubre, hay en Tucumán, radicados, 400 ciudadanos bolivianos. Entre ellos, más de 300 votaron en los últimos comicios; fue la primera vez que pudieron participar desde la provincia. En Tucumán, ganó Evo Morales por más del 90% de los votos.
“A esos 400 empadronados hay que multiplicarlos por cinco si se cuenta a las familias, incluidos los niños”, explica Mario Mallon, referente de la Colectividad Boliviana Tucumán, nacido en Argentina, de padres que vinieron del departamento de Potosí, hace 60 años.
Mallon todavía recuerda cuando, en 2008, el entonces presidente Evo Morales visitó Famailla, invitado por los mellizos José Fernando y Juan Enrique Orellana. Evo había llegado para participar de una Cumbre del Mercosur y se tomó un rato para ir a visitar el lugar donde trabajó, en la zafra cañera, junto con su familia, cuando era un niño.
“Pudimos charlar y jugar un partido de fútbol con nuestro hermano”, cuenta con emoción.
La realidad de Bolivia no les es ajena a los bolivianos que viven en Tucumán. Muchos de los que empezaron como jornaleros provienen de familias que tuvieron que emigrar en los años de pobreza, los 60 y 70; o a fines de los 90.
Con el tiempo, algunos pudieron convertirse en microemprendedores y pequeños agricultores, (más que nada con la frutilla y el tomate), “Funciona porque nosotros trabajamos en familia, combinando esfuerzo y experiencia”, enfatiza.
“En los últimos años, decreció bastante la migración porque mejoró la situación en Bolivia y se nota la presencia del Estado. En zonas donde no había electricidad ni agua potable, ahora hay escuelas, viviendas, rutas, hasta canchas de fútbol. Las ayudas sociales alcanzan a los viejitos, las embarazadas y a los niños”, explica el referente argentino-boliviano.
Esas políticas tuvieron su contracara: “Muchos ciudadanos vieron cómo mejoraba su situación, y creyeron que era solamente gracias a su esfuerzo, y no a las políticas públicas que se impulsaron desde el gobierno. Una vez que empezaron a hacer plata, también empezaron a separarse de la conciencia colectiva. Nos encontramos también con que los ricos se han vuelto ambiciosos. Ante eso, nosotros decimos que recapaciten, que practiquen la solidaridad”.
Alfonso Mamaní, representante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) también es un hijo de bolivianos nacido en Argentina, que mantiene vínculos estrechos con parientes y amigos del otro lado de la frontera. Son pequeños productores del campo, que se han agremiado para defender sus derechos. Representan a unas 230 familias en Lules, unas 180 en Trancas, y cerca de 80 más entre La Cocha y Alberdi.
“Lo que está pasando en Bolivia nos da mucha bronca y dolor. Por un lado vemos a nuestros parientes y amigos que están sufriendo, pero por otra parte también tengo amigos santacruceños que están muy enojados con Evo”, cuenta.
Mamaní dice que, entre muchos bolivianos, el enojo con Evo Morales se debe a que desprecian el origen aymara del ex presidente, pero que también hay razones más pedestres. “Antes no pagaban impuestos, no tenían que registrar a sus trabajadores o acreditar que tenían un seguro. Algunos, que son empleados, se quejan porque tienen que hacer aportes para la jubilación o la obra social. Cuando mis padres llegaron de allá -me contaron- no había salud pública, ni seguridad social de ningún tipo, y ahora sí”, reflexiona.
Categóricamente, ambos consideraron que lo que ocurrió en Bolivia el domingo 10 de noviembre es un golpe de estado. “El golpe estaba preparado con financiamiento de Estados Unidos y los oligarcas del Oriente”, dice Mallon. De allí provino la orden para que militares y policías derrocaran a Evo.
La ambición por el litio y el gas de Bolivia fue el aliciente, insisten.
“Espero que Bolivia se pacifique -dice Alfonso Mamani-. Nosotros desde acá no podemos hacer mucho, más que pronunciarnos contra el golpe de Estado y expresar nuestra solidaridad con nuestros amigos y compañeros, que ahora no tienen acceso a mercaderías ni medicamentos”.
Mallon recordó que la wiphala, la bandera de seis colores que representa a comunidades andinas, y que fue pisoteada y quemada por opositores a Morales, frente al palacio presidencial, es uno de los símbolos nacionales del país, junto con la enseña tricolor, el escudo nacional y la flor nacional, entre otros. “Le han faltado el respeto no solamente a las comunidades andinas, sino a uno de los símbolos nacionales y también a los pueblos originarios de Argentina, nuestros hermanos”, dijo Mallon.
La única solución posible, coincidieron, es un llamado a elecciones, transparentes y monitoreadas por la mayor cantidad posible de organizaciones: “Sería un error que Evo se presente de nuevo, pero también (Carlos) Mesa y (Luis) Camacho -los que encabezaron el golpe- se tienen que ir”.